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Ecosistema empresarial sostenible como valor diferencial, por el Dr. Jordi Oliver (Inèdit)

ENTREVISTA JORDI OLIVER

Jordi Oliver

Jordi Oliver Solà, Doctor en Ciencias Ambientales con premio extraordinario de doctorado por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), es actualmente socio-fundador y director ejecutivo de Inèdit, la que hoy es consultoría líder de Cataluña en economía circular.  

Tras dedicar toda su vida al estudio de la sostenibilidad, eco-innovación y las posibles aplicaciones de éstas en la empresa, se ha convertido en un auténtico referente en economía circular para cualquier sector.  Nos podría explicar, a modo introductorio, ¿por qué la economía circular es la mejor (o una buena) forma de conseguir una industria sostenible? ¿Cuál es su valor diferencial?

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En la jerarquía de gestión de residuos, la prioridad primera es la prevención: evitar el impacto ambiental antes de que éste se genere. En esa línea, nacen conceptos como la ecología industrial, ciclo de vida, eco-diseño, etc., y no es hasta hace unos 10 años, que hay un consenso tanto administrativo, a nivel de la Comisión Europa, como empresarial; que se define la economía circular como término genérico para todo lo referente al uso inteligente de los recursos y a sus sucesivos usos en la economía, en contraposición al modelo lineal de ‘usar y tirar’, modelo con el que aún siguen más del 90% de los recursos que usamos.

Yo personalmente empecé en el ámbito de la prevención en el Doctorado, y de ahí mi carrera profesional, tal y como lo ha hecho la industria, se ha visto marcada por un concepto que ha ido a más: la economía circular.

Imagino que, al ser una tendencia en alza, cada vez son más las empresas que diseñan sus productos y sus estrategias para minimizar sus impactos ambientales y sociales. Sin embargo, no siempre habrá sido así. ¿cuál ha sido el mayor reto al que se ha enfrentado como experto en economía circular? 

Cada empresa y cada sector tiene sus circunstancias, y por tanto los retos van cambiando y evolucionando.

  • Uno de los mayores retos es la ausencia de demanda de atributos sostenibles. Aunque en algunos sectores, como el cosmético, el agro-alimentario, o el textil ya esté en vías de solución, sigue siendo una gran barrera en muchos casos. Sí es verdad que hay una mayor concienciación del consumidor, pero ¿qué pasa con las empresas que están en un punto muy alejado del consumidor final en la cadena de suministro, como productores de materiales, de maquinaria, etc.?  Pues que la sostenibilidad no es aún un requerimiento, y si nadie va a valorar el esfuerzo, es un verdadero reto que el productor apueste por la economía circular sin tener la certeza de un retorno de la inversión.
  • También hay un problema de internalización de costes, ya que, si una empresa asume el coste de ciertas acciones, pero la competencia no lo está haciendo, y por tanto la empresa no lo puede poner en valor de cara al cliente, puede generar una desventaja competitiva, y en consecuencia agravar la barrera económica y, suponer así un reto a la ambición de una empresa para poner en marcha ciertas acciones. 
  • También existen retos tecnológicos o de infraestructura que, la mayoría de las veces, son de contexto. Un claro ejemplo es el coche eléctrico que, aun teniendo una tecnología eficaz desde hace décadas, ha tenido muy difícil su implantación mientras no ha existido una red de puntos de recarga eléctrica. Una infraestructura que se escapa de las posibilidades de una empresa individual y requiere cooperación público-privada. Lo mismo pasa con los plásticos compostables, que sí, son biodegradables, pero siempre que el ciudadano separe el residuo en el cubo de basura adecuado para que acabe en una planta de compostaje industrial. En ambos casos, la sostenibilidad del producto necesita de acciones fuera del alcance la empresa.
  • Y la última, pero no menos importante, es la barrera cultural. Organizaciones con mentalidad abierta, que no castiguen el error y que tengan una cultura de la innovación implantada, hay cada vez más, pero en algunos casos, el modus operandi sigue siendo muy difícil de cambiar. Este reto cultural es muchas veces el denominador común en muchas organizaciones, creando una barrera mayor que la tecnológica o la económica, impidiendo el avance hacia una cultura innovadora y basada en la cooperación.

¿Y usted a qué atribuiría el cambio positivo en la demanda de atributos de sostenibilidad en estos sectores?

Está claro que el poder del consumidor o cliente es muy grande. He visto pymes cambiar completamente su estrategia en 15 días con tal de adaptarse a los requerimientos que pedía su principal cliente. Y es que claro, si vendes el 70% de tu producción a un fabricante que, por cambios en sus políticas de sostenibilidad, ya no le interesa tu producto…tienes que adaptarte sí o sí.

Hay además un factor súper importante en el cambio de mentalidad del consumidor final – que al fin y al cabo, es el que moverá la demanda ‘aguas arriba’ para el resto de la cadena – y es la concienciación. La divulgación de las problemáticas medioambientales lleva años en marcha, y las generaciones más jóvenes (y también las no tan jóvenes) que se están incorporando al consumo, ya tienen otros valores, buscando la coherencia entre las marcas que consumen y sus valores personales. Sí es cierto que no son el 100% de los consumidores, porque el precio sigue siendo uno de los mayores drivers en los comportamientos de compra, pero aunque sean un 10-30% de consumidores conscientes, ya son suficientes para generar mercado y empezar a hacer girar la rueda. Porque a partir de ahí, los cambios en la cadena de suministro pueden ir mucho más rápido. Estamos viendo gigantes de la industria alimentaria y cosmética muy posicionados en ese sentido, lo que genera una exigencia, y casi podríamos hablar de obligatoriedad, para los proveedores de todo tipo. Esto ha impulsado la cooperación entre los diferentes puntos de la cadena de valor, necesarios para alcanzar ciertos objetivos. Ejemplos de esta cooperación podrían ser la creación de certificaciones, asociaciones de proveedores con un objetivo reputacional común, implantación de buenas prácticas ambientales, etc.

Es por esta razón que este tipo de consumidor consciente, y toda la repercusión que genera en toda la cadena de valor, son el impulso que da esperanza en un contexto de urgencia climática que a veces puede resultar desesperante.

A grosso modo, ¿cuáles diría que son los puntos clave para conseguir una economía circular, independientemente del sector industrial al que se aplique?

Cada sector tiene sus prioridades. En sectores más industriales, como la automoción, por ejemplo, la clave reside sobre todo la circularidad de los materiales. Y en cambio en otros sectores consumibles (como la alimentación o la cosmética), la prioridad son los envases, la logística, el origen de los consumibles (ingredientes), la transparencia y la sostenibilidad de toda la cadena de valor. Específicamente los envases, y en particular los envases plásticos de corta vida útil, son ‘hot topic’ actualmente. El cambio en la demanda del cliente final es, en la actualidad, lo que crea una tendencia de fondo que puede conllevar cambios hacia sistemas de envase retornables o rellenables, por ejemplo.

¿Y qué deberíamos hacer los proveedores para optimizar la cadena de valor en cuanto a la reutilización de los envases, cada vez más presente en la demanda?

La mejor opción para una empresa siempre es anticiparse, plantear cambios progresivos a años vista, e integrar visiones. Este último punto es especialmente importante. La colaboración entre diferentes departamentos es clave para la generación de soluciones factibles. Aunque para comprobar la efectividad de tales soluciones, es necesario testearlas primero en un entorno más fácil, en una menor escala, o con determinados clientes piloto con los que se tiene más fluidez y facilidad de comunicación, para después ser capaz de extenderlas al negocio en su totalidad, habiendo aprendido del proceso.

La mayoría de las veces, los cambios no serán a nivel individual, sino a nivel sectorial. La cooperación es clave en la economía circular. Es a través de acciones compartidas que conseguimos una economía de escala viable para todos, y para conseguirlo no se debería depender solamente de las regulaciones, sino que a veces es mejor dialogar y conseguir soluciones antes de que lleguen las regulaciones, ya que las soluciones serán seguramente más adecuadas a las necesidades de todos.

Específicamente para la industria cosmética, y teniendo en cuenta el momento de transición en el que nos encontramos, ¿cómo puede una empresa mantener la competitividad en un futuro en el que la sostenibilidad va a ser prácticamente obligatoria? 

Cuando aumentan los estándares de sostenibilidad en un sector, esto es motivo de celebración. Sin embargo, esto también implica que habrá ciertos parámetros que dejarán de aportar un valor diferencial.

Pero ninguna empresa es perfecta en todos sus aspectos operativos, y por tanto el objetivo de una empresa siempre va a ser avanzar, mejorar. Eso no significa que por el hecho de no tener uno de los aspectos como la competencia, la empresa deba rendirse a la comunicación sostenible. Eso generaría bloqueos y es lo que hay que evitar. La línea de actuación en el futuro va a estar ligada a la transparencia, a la honestidad corporativa (la perfección ya no es creíble). Por lo que, si una empresa está en proceso de cambio, lo debe ver como algo positivo, y comunicar las intenciones y acciones de cambio siempre desde la realidad y la transparencia.

Entramos en una era en la que la relación cliente-proveedor basada en la exigencia va quedando atrás, dando paso a innovaciones co-creadas y pensadas para el conjunto de la cadena, creando así una cadena de valor cada vez más colaborativa.

En ese sentido, el sector agroalimentario debería servir de inspiración para el cosmético. Ellos llevan años de ventaja, ya no solo a nivel de certificaciones, regulaciones y establecimiento de mercado, sino que también en valorización de los atributos natural/ecológico/auténtico por parte del consumidor. Es el sector donde más cantidad de consumidores están dispuestos a pagar más por un producto con atributos de sostenibilidad, y donde las marcas lo capitalizan comunicando de forma transparente, poniendo en valor la autenticidad y trazabilidad del proveedor, la veracidad de su storytelling, y los valores del entorno rural del que proceden las materias primas.

Una vez establecido un plan de acción/estrategia ¿qué elementos tendríamos que medir para evaluar el impacto en el medioambiente de una empresa en el sector cosmético? 

La medición es fundamental para poder gestionar cualquier cambio. Y aunque hay muchos parámetros para medir la sostenibilidad el que quizás actualmente está más maduro es la huella de carbono, es decir la contribución al calentamiento global de un producto u organización. Disponer métricas permite a la empresa fijar objetivos para disminuir su huella de carbono, e identificar los principales focos de emisión (que pueden ser directos, de sus propios procesos o indirectos, de sus proveedores), para así poder centrar sus acciones en la mejora allí donde sea más relevante centrar los esfuerzos de mejora. Asimismo, pueden establecerse otro tipo de métricas de circularidad relativas a la cadena de valor: certificaciones, número de proveedores certificados, trazabilidad, etc., así como métricas sobre los sistemas de envasado: porcentaje de material reciclado, reciclabilidad, reutilización, etc., o métricas de flujo que definan la linealidad o circularidad de los procesos productivos. 

En Provital centramos nuestros desarrollos en una producción y cadena de suministro éticas y sostenibles, basándonos en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. 

Con activos como Hydrafence™, además, hemos empezado a promover iniciativas de upcycling, con el ánimo de darle nuevos usos al desperdicio de alimentos través del uso de sub-productos de arroz para producir este activo hidratante. Tenemos entendido que el upcycling es el proceso de reciclaje más cercano al concepto de residuo e insumo cero, y por ello nos estamos moviendo cada vez más en esa dirección, desarrollando nuevos activos a partir de otros subproductos de la industria alimentaria. 

En su opinión, ¿cuál sería el siguiente paso? ¿Se podrá algún día llegar a la eliminación total de la huella medioambiental?

Cuando hablamos de aprovechamiento de recursos agroalimentarios, hablamos también de bioeconomía. En este marco el sector cosmético puede jugar un papel central y catalizador de esta bioeconomía, ya que es que es capaz de aprovechar residuos y darles un valor añadido superior (Upcycling), lo que puede generar un beneficio para el sector primario (que está pasando por un momento difícil, de abandono, de falta de vocación por el mundo rural, falta de rentabilidad de las explotaciones, etc.) lo que genera un impacto social positivo, y si además ayuda a la empresa a disminuir su huella de carbono, es doblemente positivo. Aunque esta simbiosis a veces es compleja, ya que puede resultar complicado encontrar un flujo de material desechable permanente, del que puedas depender sin el riesgo de quedarte sin provisionamiento, merece la pena valorar esta opción.

Por otro lado, el impacto ambiental cero es un horizonte quizás utópico. Cualquier existencia genera un mínimo impacto. Pero sí hay objetivos ambiciosos pero factibles de neutralidad climática, donde las acciones favorables al uso de energía renovable, de la circularidad en la producción y consumo, o la innovación al largo de toda la cadena de valor pueden jugar un papel central para lograr este y otros objetivos como es la conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas que abastecen la propia industria cosmética. 

¿El siguiente paso? Romper con la idea de empresa individual, y acoger la idea de ecosistema empresarial, en el que toda la cadena de valor actúa en base a unos mismos objetivos, con la cooperación como medio indispensable para el progreso.

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